miércoles, 23 de febrero de 2011

El leteo

Ven a mi pecho, alma sorda y cruel,
Tigre adorado, monstruo de aire indolente;
Quiero enterrar mis temblorosos dedos
En la espesura de tu abundosa crín;

Sepultar mi cabeza dolorida
En tu falda colmada de perfume
Y respirar, como una ajada flor
El relente de mi amor extinguido.

¡Quiero dormir! ¡Dormir más que vivir!
En un sueño, como la muerte, dulce,
Estamparé mis besos sin descanso
Por tu cuerpo pulido como el cobre.

Para ahogar mis sollozos apagados,
Sólo preciso tu profundo lecho;
El poderoso olvido habita entre tus labios
Y fluye de tus besos el Leteo.

Mi destino, desde ahora mi delicia,
Como un predestinado seguiré;
Condenado inocente, mártir dócil
Cuyo fervor se acrece en el suplicio.

Para ahogar mi rencor, apuraré
El nepentes y la cicuta amada,
Del pezón delicioso que corona este seno
El cual nunca contuvo un corazón. 


Charles Baudeliere

miércoles, 16 de junio de 2010

de Pablo Neruda

Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni dónde,
te amo directamente, sin problemas ni orgullo:
así te amo porque no sé amar de otra manera,
sino así de este modo en que no soy ni eres,
tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía,
tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño...

Tomado de "cien sonetos de amor", Pablo Neruda.

viernes, 29 de enero de 2010

A veces...

A veces me pregunto por qué hago las cosas. Por qué escribo, por qué leo, por que camino sólo por las noches, por qué fumo o por qué tomo café. Y hoy lo he descubierto. Hago lo que hago por no pensar en ti. Y es que cuando te pienso, cuando te recuerdo, no soporto recordar tu risa, no tolero recordarte desnuda entre mis brazos, ni tu vaivén al caminar, ni el aroma de tu cuello, ni tus ojos que me gritan ni tus labios que me besan. Simplemente no puedo.
Tu risa me da coraje, tus palabras lejanas escondidas en recuerdos vagos me irritan, incluso a tus caricias tenues y tus uñas en mi espalda las aborrezco. Y todo por que no puedo tenerte cerca, por que nada de lo anterior lo tengo cuando lo pienso. Porque cuando lo tengo, no lo pienso; lo percibo, lo siento, lo experimento…  y todo cambia. Cuando estamos juntos se vuelve etéreo, amorfo, no hay ni tiempo ni espacio.
Simplemente dejo de pensar, de recordar, de preocuparme por todo y por todos. Contigo aprendí a sentir las caricias, a buscar refugio en tu cuerpo y me di cuenta de que la paz está en tu cuello, que el sosiego aparece cuando te revuelvo el cabello mientras te beso el cuello, y que cuando siento tu cabeza recostada en mi pecho nace la tranquilidad.
Contigo aprendí que a veces es mejor no decir nada para escuchar tus latidos y tu respiración, a que ningún café o vaso de agua sabe tan bueno como los que comparto contigo. También aprendí a esperar, a retener tu sabor en mis labios, a extrañarte y hasta a dormir exhausto pero extrañamente feliz.
Es por eso que cuando no estás, hago cosas. Por eso, cuando no estás, muero. Por eso cuando no estás, no soporto pensar en ti. Por que sin ti, simplemente no puedo.

lunes, 25 de enero de 2010

insomnia


...Y buscar refugio en tu cuerpo,
dejarme cocinar a fuego lento en tus labios.
Sentirme ondulante en tu respiración
y flotar en tu aliento tibio.
Conocerte entre miles de voces lejanas
y escuchar tu piel erizandose entre mis labios.

sábado, 9 de enero de 2010

recuerdos de la adolescencia

Había algo en ella que me llamaba la atención, no podía entender qué era lo que me atraía, por que no era el estereotipo de “mujer bonita”. La miraba mientras se paseaba por los corredores del colegio, mientras escribía en el pizarrón y percibía en ella una belleza incomprensible; su rostro brillante e inexpresivo, su andar sin cadencia casi a la usanza militar y sus manos pequeñas…


Era una mujer pequeña, de complexión ligera pero que aparentaba cierta fortaleza, cierta solidez. Morena y de facciones delicadas, la nariz un poco respingada y cuello grácil, cabello ondulado y castaño, aunque a veces solía teñirlo con un tono rojizo. Algo que siempre me hacía recordarla por las tardes solitarias frente a los cuadernos mientras fingía hacer la tarea eran sus piernas; torneadas y sólidas, llenas de vida. Tenía los ojos de una tapatía, grandes y brillantes, los labios finos y las mejillas amplias. Acostumbraba vestir faldas un poco más allá de las rodillas, lisas la mayoría acompañadas de algún suéter tejido, y ahora que lo recuerdo, era raro ver las blusas que llevaba, pero cuando se lograban ver eran del mismo tipo de toda su indumentaria, quizá muy llanas, discretas o simples, no lo sé.

Estoy seguro de no haber sido el único que la veía de esa forma, aunque nunca lo comenté a nadie, pues hubiera sido remar contra corriente. La opinión general estaba en contra de ella, y no tanto de ella como tal, sino contra su belleza, eran preferidas aquellas que tenían grandes pechos o un trasero monumental, incluso estaban primero aquellas que mostraban un poco de coquetería aunque su físico no fuera del todo sobresaliente. El haber aceptado públicamente que ella me provocaba cualquier otro sentimiento diferente a la indiferencia, hubiera hecho que mis días de secundaria fueran de lo más miserables.

La recuerdo al frente de mi grupo, al momento de llegar al salón; caminaba entre cinco y seis pasos para detenerse justo en medio del pizarrón con su maletín de piel color café (aunque siempre he sido malo con los colores, digamos que era un café claro venido a menos por el uso cotidiano), saludaba al grupo en general mientras nosotros permanecíamos de pie esperando que se nos diera la orden de tomar asiento. Una vez que se nos permitía sentar, caminaba hacia el escritorio de los profesores he instalaba su maletín el extremo contrario a la puerta del salón, aquel que estaba cerca de la pared, buscaba los gises blancos que solía cargar consigo si no encontraba los que deberían estar en el pizarrón y que nosotros les dábamos mejor uso como proyectiles.

lunes, 23 de noviembre de 2009

De soledades...

3:30 am.
Primer café del día (o será acaso el útlimo?) No sé como llegué a mi casa hoy. Pero tampoco quiero pensarlo. Por momentos dudo que esta sea mi casa realmente. Aún siento las orejas calientes, y mis manos y brazos parecen tener vida propia, fuera de mi control.
El estómago; sé que en algún momento me lo reclamará. Y mira que sabe cómo hacerlo! Por lo pronto lo siento en llamas, y siento ese calor por todo el tracto digestivo. mi respiración se ha vuelto pesada, como si el aire que respiro fuera más fácil respirarlo a cucharadas.
El aroma del café me ha vuelto a la vida. Siempre es revitalizador, sobre todo a esta hora de quietud y sombras, de soledades. "De soledades..." Por aquí hay mucha de esa. Silencio y recuerdos que pesan más a cada momento. Soledades compartidas, soledades que se acopañan y se hacen más duras, más tristes y devastadoras. Las encuentro mientras bebo mi café, en el humo de los cigarrillos y en el fondo de los vasos. Incluso las encuentro en los acordes de Monk o Mingus. Quizá soy yo quien las busca, y me las topo por todos lados.
Sabes a todas, soledad. Sabes a tabaco, a vodka, a café. Hueles a transporte público, a libros de segunda mano, y al rocío matinal.
Sabes a Todas...

domingo, 22 de noviembre de 2009

Quizá

No sé cuando ni como te empecé a sentir diferente. Tampoco sé cuando ni en qué momento comencé a extrañarte. Por ahora, tengo la certeza de que me haces falta. Te he buscado por todos lados, y la incertidumbre de tu sentir hacia mí me mata lentamente, me quema la necesidad de saber de ti, de al menos escuchar tu voz. Cada noche se convierte en un martirio, te busco entre las sombras que en silencio entran por la ventana, y sólo me encuentro abruptamente con el ineludible silencio de la soledad que doblega por su intangible peso mi voluntad y mis fuerzas. Me he agotado, hoy es difícil caminar, es difícil no pensar en ti sin que me duelas, sin que me duelas físicamente. No sé cómo, pero me duele el cuerpo de pensar en ti, de extrañarte a ti y a tus manos.
Quizá sea bueno olvidarte, quizá tu ni siquiera me recuerdes, al menos no como yo pienso en ti. Se lo diré al viento, y espero que sea un buen mensajero, que al menos el rumor de que te borré de mi mente llegue a ti, que sepas que me has perdido, aunque muy a mi pesar, nunca he sido tuyo.
Y no soy tuyo, no por que yo no lo quiera, por que (quizá) tu no lo quieres así.

Quizá.

sábado, 24 de octubre de 2009

Fiebre

Es común verle caminar por la calle desierta por las noches en que la Luna ilumina fuertemente. Pasea entre los aromas de jazmines y el humo de sus cigarrillos, entre el rocío joven que marca la cercanía del amanecer. No suele caminar por el pasto, los tacones lo hacen poco funcional, así que lo hace por las banquetas, mientras recuerda como solía correr entre aquellos árboles que ahora se mueven con el aire frío de las madrugadas. Se ve a ella misma de pequeña, tras sus compañeras de aventuras interminables y fantasías lúdicas, vestida con un hermoso conjunto de vestido bordado en colores pastel, peinada de forma magistral por las hábiles manos de su madre. Zapatos negros de charol, y medias de orlas a tono con su vestido y los listones que adornaban los rizos de su largo cabello. Ahora es diferente. Si, también lleva vestido, pero no el largo de su infancia, ahora es un poco más provocador. Mucho más corto, y sigue usando medias, pero ahora de redecilla negra. Si, también sigue con charol negro, pero ahora de stilleto. Lo que si ha cambiado es su cabello, suelo por completo, eso si, con sus hermosos rizos en color trigo, que aunque no lo parece,es natural. Piensa en su habitación, que la espera sola como es usual, un pijama de lana para esos amaneceres fríos, un té caliente de manzanilla y seguir con los cigarrillos ligths. Los tacones empiezan a cobrar factura, a pesar de que cuando los compró se enamoró de ellos; tacón acrobático de 11 cms, charol negro y la forma clásica de unos stilletos.
Pero esa noche su preocupación principal no eran sus zapatos. Sentía como subía cada mililitro de sangre a su cabeza, cada palpitación era como gotas de plomo candente cayendo en su cabeza. Las manos le temblaban, pero no sabía si era por el frío que sentía hasta los huesos o por el mismo dolor de cabeza. Tenía la mandíbula tensa, y los dientes le cascabeleaban y estaba segura que estaba pálida. Sentía la fiebre estremeciéndola por completo y la hacía recordar de nuevo los remedios que en alguna ocasión su madre preparaba para casos como ese. La imagen de su madre en la cocina con aquel delantal que durante tantos y tantos años vistió y del que ella tanto le recriminó. No entendía como alguien podía estar toda su vida atada de alguna forma a un hombre como lo había sido su padre. No las golpeaba, ni las explotaba. Eran tres hermanas y ella era la mayor. Viéndolo bien, había sido un buen padre. Aún así, no lograba comprender por qué las mujeres tenían por que estar toda la vida a la sombra de un hombre.
Era paradójico, ahora ella, en la búsqueda de su libertad, vivía a expensas de los hombres, de la soledad de los hombres. De esa falta de confianza, y quizá por eso, se sentía superior a ellos.
Pero esa noche, no.

martes, 15 de septiembre de 2009

Divagaciones

1:29 a.m.
Afuera llueve (mano derecha en su muslo izquierdo). Vaya que hace calor. Sería bueno abrir esa ventana (brazo izquierdo rodeándola por la cintura). Necesito un poco de aire... y un cigarro. Un trago de vodka no caería mal. O mejor aún, whisky. Podría cambiar el cigarro por un puro. Pero no tengo ninguno de los dos. (suena Dave Brubeck Quartet con Cassandra). ¿Cómo habrá imaginado Cortázar a los cronopios? Yo me los imagino pequeños, menudos, y feos. A las famas los veo un poco más grandes (siento sus uñas trazando tremendos surcos en mi espalda). A las famas me las imagino hermosas, inclusive. Y a los cronopios feos. En definitiva el género de cada palabra lo marca así. ¿Pero por qué unos feos y las otras bellas? Creo que sólo yo los imagino así. Entre los cronopios debe haber alguno que otro obeso y con mucha barba (Su cabello se pega a mi cara y mi cuello por el sudor, es un poco molesto, mi espalda comienza a doler y las sábanas se adhieren a mi). Jack Daniel's estaría genial. Directo de la botella, como en los viejos tiempos, cuando cada trago me quemaba la garganta y eran necesarios unos cuantos shots para marearme (sus piernas me rodean por la espalda). Ahora necesito mas whisky, o lo que sea que beba para los mismos efectos, ahora es más caro llegar a ese sopor (me llama entre sollozos y gritos ahogados por mi nombre, yo no recuerdo el suyo... "reina" siempre es una buena salida). Igual el tabaco. Si eran lights me mareaba el primer golpe. Si fumaba mucho al otro día no soportaba  el dolor de cabeza. Dicen que es la cruda del cigarro (me muerde los labios y se aferra con fuerza a mi con brazos y piernas largamente, le correspondo estujándola por la espalda). Ahora el tabaco ya no me sabe, ni lo siento. Ni siquiera el humo del puro lo siento. Claro, cuando entre en mis ojos si (le beso el cuello y las mejillas, "besos mejillones", decía Benedetti). Ahora tengo sueño. Y hambre.
   -Ya te extrañaba. Pensé que no te volvería a ver, con eso de que nunca tienes tiempo...
  -¿De verdad crees que es un buen momento para reclamaciones? Creo que jamás te he mencionado a tu novio...
   -(sonora carcajada) Sabes que bromeo. Quédate a dormir. Me gusta dormir entre tus brazos.
Gusto en la boca a saliva ajena. ¿Dónde tendrá las bebidas?
Ventana abierta.
1:52 a.m.

sábado, 12 de septiembre de 2009

De recuerdos ajenos

...Y de nuevo tu silueta
a contraluz se dibuja
entre mis sueños
juegas con mi esencia
entre tus labios
decantas mi alma de mi cuerpo
para beberla poco a poco
me despierto inconsiente
y sólo recuerdo tu aroma
y las instantáneas de tu cuerpo
entre mis brazos

Datos personales

Mi foto
Estudihambre, remedo de escritor... melómano, poeta frustrado, y tecnócrata...

Seguidores